Un virus en China, en una provincia desató en 2019 un caos mundial. Parece lejano
y uno piensa que es ajeno. No obstante, el pasado viernes - en una revisión por
“resfriado” – mi otorrinolaringólogo me realizó una prueba de revisión. Fue
positiva. No lo esperaba. El virus asiático fechado unos años atrás está ahora
en mi torrente sanguíneo y en mi sistema respiratorio. Lo recibo con
resignación, la movilidad por mi ciudad debía cobrarme factura. En Shanghai en
2016, observaba con interés a las personas que portaban mascarillas. Me pareció
ajeno entonces. Hoy, estoy obligado a usarla para protegerme y por ahora, también para no contagiar a nadie. ¿Cómo es tener el virus en el torrente
sanguíneo? Supongo que esa pregunta la puede responder cada persona infectada de
manera diferente. En mi caso, es inflamación de cornetes nasales, tos y un
poco de dolor pulmonar. Varios medicamentos ahora tomo y las nebulizaciones
por la mañana y por la noche. Aspirar medicamento directo a los pulmones. No soy
médico, pero supongo que se trata de desinflamarlos en su caso. Debo agradecer
el contagio de alguna manera. Regreso a este blog después de años de correr todo
el tiempo y no detenerme a escribir. Pero, saben, el escribir siempre es para mí
un proceso catártico, que me traslada a mi interior y me hace reflexionar de la
existencia y de episodios como el actual. Escribió Albert Camus sobre la peste.
Aún conservo ese librillo que me acompaño a tantos cafés, incluso en Paris.
Ahora, en esta tarde, en este pequeño departamento en donde vivo, no me parece
ya tan absurdo haber viajado con el libro tantos kilómetros y atravesar el
océano. Algún sentido tuvo. Frente a la tumba de Kafka en Praga me pregunte si
alguna vez la peste de Europa llegaría a América. Eso escribió el abogado Franz
en sus libros. La miseria de la sociedad que a veces somos y seremos. Una peste,
un viaje, un libro y ahora el virus en mi torrente sanguíneo. Si, la cosa
también ya es de los políticos que intercambian acusaciones sobre el mal manejo
de la pandemia y la falta de presupuestos y soluciones efectivas para
enfrentarla. Si, si, pero finalmente aquí tengo el virus. Circula en mi torrente
sanguíneo y se sirve de mis pulmones para continuar su reinado buscando algún
otro huésped para cuando los medicamentos y mis glóbulos blancos acaben con él
en mi sistema. Ya brincará a alguien más y continuará su reino de terror
mediático. Por ahora aquí esta conmigo. Me contempla. Me conoce en la intimidad.
Es parte de mi por ahora. Dejara su marca, y en las alucinaciones de los
fármacos recordaré esa imagen circular con pequeñas patitas circundantes. Como
un Alíen que llegó a instalarse a un nuevo mundo, el mío. Llueve en esta tarde
de casi verano. Mientras escribo en este teclado, con música gótica etérea y
café en un taza de la serie Stranger Things. La soledad del aislamiento obligado
por este virus, me lleva ahora a recordar ese viaje del ascetismo ancestral al
coetáneo. Henry David Thoreau escribía: “Nunca encontré un compañero tan
sociable como la soledad. Estamos en la mayoría de los casos más solos cuando
viajamos entre los hombres que cuando permanecemos en nuestra estancia” Así, en
esta estancia pareciera que escribiré un manifestó sobre anarquismo
contemplativo, pero creo que ya lo han hecho muchos hípsters últimamente. Solo
dejo esta líneas de contemplación / introspección en mi tercer día de
aislamiento por covid19 en junio de 2022. Un blog no es un diario polvoso en la
esquina de algún ático. Quizás alguien encuentre estas líneas y sean una
provocación al pensamiento. Es verano, llueve afuera, sorbo café y cierro la
laptop luego de dar click en publicar este post.
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